« a unos cien metros sobre el río Duero y la vega, la convierten en el principal punto de referencia de la ciudad y en el rasgo más expresivo del perfil de la misma »
Esta iglesia es un buen testimonio plástico de la importancia de Toro en la Edad Media. Los volúmenes grandiosos de la fábrica, realzados por su implantación eminente, a unos cien metros sobre el río Duero y la vega, la convierten en el principal punto de referencia de la ciudad y en el rasgo más expresivo del perfil de la misma. También es el núcleo aglutinante del caserío medieval, organizado en un sugerente trazado radio concéntrico, cuyos ejes varios tienden a converger en sus inmediaciones.
Tenemos constancia de que en 1139 se había decidido promover esta iglesia, por un documento en el que Alfonso VII le donó la villa de Fresno de la Ribera; pero las características del edificio acreditan que aquella decisión no llegó a materializarse en tan temprana fecha. Ante la falta de referencias documentales a su construcción, hemos de reconocer minuciosamente sus aparejos y cotejar sus pormenores y soluciones constructivas con 10 que muestran las grandes iglesias erigidas en la región castellano-leonesa en la segunda mitad del siglo XII, en Zamora, Salamanca, Ávila y Ciudad Rodrigo, para perfilar la génesis de este monumento capital del románico de transición. De ello se deduce que las obras comenzaron en el último tercio del siglo XII, en días de Fernando II de León, con la cooperación de éste y concurriendo la importancia militar que recobró Toro al separarse de Castilla y León y quedar como plaza fronteriza de este último reino. El proyecto inicial se plegaba en líneas generales al de la Catedral de Zamora, a punto de ser consagrada cuando aquí se abrían los cimientos.