« La portada occidental, denominada de la Majestad, fue labrada y policromada en el último cuarto del siglo XIII, y es una de las más importantes manifestaciones de escultura monumental del período gótico en Castilla »
La portada occidental, denominada de la Majestad, fue labrada y policromada en el último cuarto del siglo XIII, y es una de las más importantes manifestaciones de escultura monumental del período gótico en Castilla.
Planteada en estilo románico en días de Fernando III y proseguida hasta su terminación en gótico por dos maestros formados en León, durante el reinado de Sancho IV, cuyo preceptor, el franciscano Juan Gil de Zamora, idearía sus densos y originales programas iconográficos, que son dos. Uno, dedicado, en consonancia con el incremento de la devoción mariana en el siglo XIII, a la exaltación de la Virgen y de la Iglesia por ella simbolizada en su paso por la tierra, su muerte, asunción y coronación en el cielo. Sobre el tímpano, una representación selectiva de la Iglesia triunfante se sucede en las arquivoltas: ángeles, apóstoles, mártires, obispos y abades, vírgenes y dieciocho músicos con un variado e interesante repertorio de instrumentos.
En la última arquivolta se exponen en posición radial las figuras del ciclo del Juicio Final: un Cristo Juez humanizado por el espíritu risueño del gótico, ángeles con los instrumentos de la Redención, la Virgen y san Juan en actitudes intercesoras, la resurrección de los muertos, asexuados, y, en hileras divergentes, bienaventurados y réprobos camino del cielo y del infierno. El lenguaje brutal en que se expresan los tormentos de los condenados contrasta con la dicha de los elegidos, acogidos amablemente por el Padre Eterno en un lugar ameno, en el jardín del Paraíso, que difiere de las representaciones usuales del cielo y carece de precedentes escultóricos tan acabados. Muy original resulta también la presentación del Purgatorio como lugar físico, conforme al pronunciamiento de Inocencio IV en 1254; comunica con el Paraíso, al que con ayuda de san Pedro acceden las almas purificadas por las llamas. Por fortuna se ha conservado gran parte de su policromía original, concebida como complemento natural de la escultura; se debe al pintor Domingo Pérez, que dejó constancia de su labor en el dintel, donde se dice criado del rey don Sancho; a él se deberán también los preciosos murales de santa Clara, hoy en la iglesia de San Sebastián, y los del santuario de La Hiniesta, entre otros.